Entrevista a Pato González (Revista Nautilus Nº 1 / Agosto 2005)
En esta oportunidad tenemos el agrado de entrevistar a un gran dibujante nacido en el Hospital Alemán de Valparaíso, aunque en un dos por tres fue a parar a la plazuela San Francisco del barrio puerto, su lugar por antonomasia. Alguien que creció jugando al volantín, al trompo, a las “pepitas”, a los “cartucheros”, que rápidamente se fundió con el puerto y sus interminables ajetreos. Un potente referente para muchos de los que incursionan en el cómic y la animación porteños. Haz un ejercicio: date una vuelta con nuestro entrevistado por Valparaíso y no podrás avanzar demasiado sin que alguien aparezca para saludarlo; apreciarás así cuanta gente lo conoce y que con él siempre sale una buena conversa o “chicharra”. ¿Su nombre? Pato González. Así pues, sin más rodeos, partimos esta entrevista:
Pato, tu infancia fue siempre muy “pinganilla”, pero ya en tu adolescencia aparece Daniel Saúl Watanabe. ¿Quién fue esa persona?
¿En que momento de tu vida decidiste que el dibujo sería una opción profesional?
También tuviste el honor de conocer a Lukas. ¿Qué recuerdos tienes de él y qué enseñanzas te dejó?
¿Qué otras personas han sido influencia para ti, aparte de estos referentes?
¿Qué nos puedes contar de cierto viaje que hiciste por Europa y también por Egipto?
A través del tiempo, has experimentado con distintas técnicas de dibujo. ¿Cuál es la que más te ha gustado o con la que te sientes más cómodo?
Referente a lo mismo, en una entrevista que te hicieron en la “Bandido” decías que estabas buscando un estilo propio. ¿Tú crees que ya lo has encontrado?
Colaboraste en las revistas “Trauko”, “Matucana”, “Oxido”, “Bandido” y en la porteña “Catalejo”, en pleno boom a fines de la dictadura. ¿Qué significó para ti ser parte de todo eso?
…¿cómo era el ambiente por decirlo así, comiquero? ¿Había algo que se pueda denominar como una “generación”?
Hiciste dibujos en servilletas, en el Bar “La Playa” de Valparaíso… ¿de donde salió eso?
La ilustración “Barparaíso” es la más reconocida de tus obras. A mi juicio logra mezclar muy bien la representatividad de Valparaíso con tu propia imaginería. ¿Cómo fue que creaste esa obra?
¿Como llegaste a hacer las ilustraciones para el proyecto en CD-Rom de Juan Salvador Gaviota?
Ya que hablas de eso… ¿que beneficios te ha significado el uso de las herramientas computacionales?
Después de todo esto que hemos conversado hasta el presente ¿cuáles han sido tus últimas pegas?
Años atrás sacaste una revista llamada “Cuac!”, pero desapareció y ahora nuevamente está circulando. ¿Qué fue lo que pasó con esa publicación?
¿Qué le dirías a la gente que intenta publicar cómics hoy en día?
¿Tienes pensado sacar algún proyecto en el corto plazo?
Pato, tu infancia fue siempre muy “pinganilla”, pero ya en tu adolescencia aparece Daniel Saúl Watanabe. ¿Quién fue esa persona?
El “chino”… él es un personaje clave para mí. Fue mi primer maestro. Es, yo creo, uno de los dibujantes más virtuosos que he visto. Vivía aquí en el Cerro Toro. Lo conocí como a los 15 años. De hecho, fue el que me hizo gancho con mi primera polola. Era un tipo que podía dibujar cualquier cosa. Hacía los dibujos y todos sacábamos un siete (bueno a mí me hizo unos dibujos, pero después ya no le pedí más). Siempre andaba con un block y un lápiz. Se ponía a dibujar en las murallas con plumón y hacía dibujos como de las historietas de vaqueros… iguales, la raja. Era cuático ver unos dibujos tan buenos en la muralla. Y el “chino” me picó la guía como se dice, con él empecé a dibujar con más ganas. No sé, fue como un empujón quizás. Primero copiaba un poco lo que él hacía porque él trabajaba en el muelle Prat haciendo los carteles para los lancheros o dibujándoles barcos de guerra con el pincel. Pasaba dibujando lanchas, barcos; todo lo que veía en el muelle después lo hacía de memoria en el barrio. El Saúl nunca estudió dibujo, nunca fue a una academia… a lo mejor algunas revistas no más tiene que haber visto, pero su virtud es que tiene una memoria visual envidiable. Era algo innato en él, eso me llamó la atención. Aparte que trabajaba con cualquier técnica. Un día llegó a la casa de un amigo de acá, su hermana estaba usando pintura de género y el “chino” hizo una marina con esa pintura. La hizo ahí, en la tarde y le gustó tanto a la familia que la pusieron en un marco; después fue cuando la vi. ¡¡Hecha con pintura de género!!. También enmarcaron un retrato de la hermana de mi amigo hecho en carboncillo. Era un gallo con mucho talento. Como te decía, un virtuoso. Para mi, es un personaje fuerte… la última vez que nos vimos (él vive actualmente en Buenos Aires), yo trabajaba con los médicos; le mostré las revistas y creo que estaba más contento que yo de ver mis dibujos publicados.
¿En que momento de tu vida decidiste que el dibujo sería una opción profesional?
¿Cuando me decidí a ser dibujante?. A ver… yo creo que… cuando empezamos con mi primo Jaime con el taller en Santiago. Eso fue el año 79, en el barrio Bellavista. Había algunos talleres y mi primo vivía relativamente cerca de ahí. Trabajaba en una revista llamada “Expedición a Chile” y luego para el suplemento “Apuntes” del diario El Mercurio, haciendo dibujos científicos, insectos, plantas. Trabajaba un dibujo bien cabrón: sus originales eran de 15 cms. Bueno, él tenían un equipo y ahí empecé a trabajar. Un día me dijo “acompáñame a la [editorial] Gabriela Mistral a buscar un original” siendo que era la primera vez que cachaba esa onda; entonces la editora le entrega a mi primo su original que era como un astronauta, le dice que se estaba formando una revista y si acaso le interesaba. Era para las futuras madres, se llamaba “Mis Hijos” y era un formato francés pero publicado acá con mezcla de artículos chilenos y material francés. Traía ilustraciones de franceses también pero querían a alguien que dibujara cabros chicos… mi primo me señaló como diciendo “el Pato podría ser” y nos fuimos a hablar con la directora, con quien enganché al tiro. Así que me pidieron unos dibujos, los llevé y los publicaron. Ésos fueron mis primeros dibujos publicados, en esa revista. Aahhh!!!... anteriormente, le había ayudado a mi primo con unos dibujos de textos escolares que había que arreglar. Ahí empecé, claro que mis dibujos no se notaron. Pero eso, digamos fue lo primero. Inmediatamente después vino aquello cuando fuimos a la editorial. Y ahí empecé a publicar esos cabros chicos, en varios números. Ahí me decidí, quizás no completamente, pero ya cachaba que por ahí iba la mano.
También tuviste el honor de conocer a Lukas. ¿Qué recuerdos tienes de él y qué enseñanzas te dejó?
Ahhh… Pecchenino. También me marcó. Puros buenos recuerdos… yo iba al colegio todavía, estaba pololeando con una niña y su mamá cachó que me gustaba el dibujo así que me llevó a conocerlo en su taller, frente al Mercurio. Se puso a golpear la puerta con insistencia. Yo estaba súper urgido así que le decía que nos fuéramos pero ella seguía no más. De repente aparece Pecchenino. Estaba haciendo un chiste para la revista del domingo. Justo habíamos llegado a molestarlo, pero nos abrió la puerta igual. Ahí le mostré los dibujos y me dio esa tarjeta que publiqué en la (revista) “Cuac!”. Después, cuando estaba en Francia me mandó una tarjeta con un “Don Memorario” y yo le mandé una tarjeta de pascua que hice allá. Cuando volví de Europa, lo pasé a ver a su oficina, pero estaba ocupado. “Noooo, no te preocupes” me dijo y corrió una pega que estaba haciendo –un logo con un galeón me acuerdo-. Empecé a mostrarle los monos que llevaba y me dijo buenas cosas. Estuve como dos horas hablando con Pecchenino… dentro de sus enseñanzas me dijo que me estaba metiendo a una pega difícil, después me dijo que tenía que estar publicando constantemente, o si no la gente se olvida de ti y la otra es que tenía que mostrarme a través de mis dibujos. Una persona honesta, un tremendo dibujante, humilde, sencillo, buena onda. Además que cuando se pegaba los viajes, ponte tú como a la Isla Robinson Crusoe, después los ilustraba con textos suyos, que eran súper amenos. Aparte de dibujar bien, era muy buen pintor. Una vez en Santiago miré sus acuarelas en una exposición: son luminosas, eso quiere decir que están muy bien aguadas. La acuarela es muy peluda porque tienes que ser rápido. Pecchenino lo era, entonces quedaban unos colores limpios. Además cómo ambientaba, uno sabía si un chiste era en el sur, en el norte o en Valparaíso. Las atmósferas que creaba… no tenía ni un drama con las perspectivas. A él le encantaba Valparaíso, que bien dibujaba todos sus escondrijos… y las sombras, la ropa tendida. Las atmósferas de Pecchenino son alucinantes, a mi siempre me gustó eso. Tú veías la lluvia en Chiloé por ejemplo o el calor en el desierto de Atacama. Como te digo, buenos recuerdos, buenos consejos.
¿Qué otras personas han sido influencia para ti, aparte de estos referentes?
De la gente que yo conocí, sería Vicar, el del Huaso Ramón. También tuvimos buenas “chicharras”. Como que me dio seguridad porque confió en presentarme en revistas europeas donde él ya había publicado. Trabajó muchos años en España. Es un dibujante muy completo. De los otros, me encanta un montón, pero sobre todo me he quedado con lo que ví en Europa. Mi dibujo fue marcado más bien por el Ronald, aunque el que lo descubrió fue mi hermano, pero yo creo que el Ronald Searle es el que más me ha influenciado. Y afortunadamente me he podido ir arrancando de él, pero al principio yo tenía unos dibujos que eran como los del Ronald. Imagínate que con un libro que compré en Londres, “Ronald By Ronald” y que lo publicó ya de viejo, estuve mirándolo todos los días, durante dos años. Yo hablé con Pecchenino de Ronald, y hablé con Vikar de Ronald, que me dijo “déjalo, porque ya no te puede entregar más”… esas conversaciones con estos maestros, para mí eran alucinantes, porque son como abstractas pero por otro lado son súper contundentes. De ahí estoy tratando de irme arrancando… pero también dentro de mis influencias están los pintores. Ahora al que miro mucho es al holandés Willem De Kooning, quien murió hace poco. El otro día estuve en internet mirando unos dibujos. Pertenece a la escuela de New York, es del tiempo de Pollock, que son expresionismo abstracto. Aunque lo que justamente me gusta de De Kooning, es que está entre lo figurativo y lo abstracto. Es el pintor que en estos momentos más me interesa porque me recuerda la vida cotidiana, llena de imperfecciones. De Kooning es como eso. En sus pinturas hay errores que están vueltos a tapar. Como cuando pelas una manzana y te cortas en un dedo. Tú no quieres cortarte en el dedo al pelar la manzana pero de repente sucede. Entonces, se dice que es más real esa pintura que la otra que trata de imitar a la realidad con un estilo figurativo y realista. Por ahí va la cosa con De Kooning y eso es lo que a mí me alucina porque la vida es así. Además él dice una cosa muy cierta: nosotros tenemos una percepción muy limitada de las cosas, y es verdad. Otros que me alucinan mucho son Toulouse Lauttrec y Amadeo Modigliani. Este último sencillamente dibujaba a algunas personas sin ojos porque decía que era gente ciega, que no ve nada. De Kooning es más paleteado y dice que nuestra percepción es limitada, aunque de pronto se abren rendijas, y como que vemos un poco más. Ese tipo ahora me ayuda con lo que hago ahora porque antes me preocupaba mucho de la limpieza, de la factura y ahora no. La idea… eso es lo que me interesa más. No importa que quede tan limpio.
¿Qué nos puedes contar de cierto viaje que hiciste por Europa y también por Egipto?
Fue la raja. Mira, yo me puse a trabajar y tuve que dejar el taller con mi primo. Me puse a hacer las ilustraciones del censo de 1981. Estuve un año trabajando en el INE y me pagaba la UNESCO porque el Pinocho dijo que “no había fondos”. Vivía en ese tiempo con mi viejo que me dijo que juntara plata para irnos de viaje. Anduvimos por montón de lados en Europa. Y bueno, mi padre quería conocer las pirámides desde que tenía 18 años así que nos fuimos para allá. Imagínate estar con el viejo viendo las pirámides. Fue bonito. Todo eso sirvió para influenciar mis monos: al lugar que llegábamos íbamos a “sapear” museos. Conocí muchos lugares, gente diferente. Alucinante. Todas esas cosas influyen. Y ver, ver, ayuda mucho. Bueno, después en París, él se vino y yo quedé allá. Me puse a limpiar departamentos y cuidaba críos de repente. Después que hacía mi pega me iba a leer los álbumes de cómics que estaban en las bibliotecas de sus casas. O también iba los miércoles o jueves a los museos (que son gratis) Ahí conocí y sobre todo aprendí mucho, viendo a tantos exponentes. Ahora que te cuento esto, siempre me llamaron más la atención los dibujos de los pintores más que los cómics.
A través del tiempo, has experimentado con distintas técnicas de dibujo. ¿Cuál es la que más te ha gustado o con la que te sientes más cómodo?
Es cierto… siempre me gusta estar probando. Creo que estoy más cómodo con lo que estoy haciendo ahora último. Estoy trabajando con lápiz pasta, estoy tocando con látex, hay collage también. El lápiz pasta Bic una vez que está carreteado se transforma casi como en una plumilla. En una plumilla súper barata y que además no hay que estar cargando. Pero cuando ya son trabajos más grandes, ahí lo ideal es trabajar con una pluma R. Eso es para mí, lo mejor que hay. Y la mezcla de la pluma R con pincel, que se usa mucho, también me gusta. También la aguada de óleo, puede ser. Aunque como te digo, ahora último he estado probando más con lápiz pasta. Hay muchos dibujos del Evaristo que se están yendo para ese lado, porque están bien “tocados”. Están dibujados a lápiz de pasta, después tienen metido látex, vuelvo a tocar con pinceladas de tinta china y empiezan a agarrar otra onda. También ahora último estoy trabajando mucho con lápiz grafito blando.
Referente a lo mismo, en una entrevista que te hicieron en la “Bandido” decías que estabas buscando un estilo propio. ¿Tú crees que ya lo has encontrado?
Creo que no. Quizás voy a estar en eso siempre: tratando de arrancar de las influencias. Porque como leí una vez del escritor García Márquez, uno tiene que arrancarse de las influencias porque son tentadoras. Estoy probando constantemente cosas nuevas. ¿Te has fijado que los historietistas como Uderzo, tienen un estilo?. Ese estilo obviamente se va perfeccionando con los años. Según van aprehendiendo los autores, van cambiando los personajes. Si tu vez al Obelix, el primero no tiene nada que ver con el último, porque Uderzo lo fue agarrando más y así también va agarrando otras cosas dentro de la historieta. Pero dentro de un estilo yo voy cambiando, entonces tal vez por eso me es difícil eso.
Colaboraste en las revistas “Trauko”, “Matucana”, “Oxido”, “Bandido” y en la porteña “Catalejo”, en pleno boom a fines de la dictadura. ¿Qué significó para ti ser parte de todo eso?
Me sentía súper bien. Conocí gente muy simpática: en la “Matucana” al Jordi Lloret, a los directores de la “Trauko” -sobre todo Antonio, con el que hice buenas migas-. Además salieron buenos carretes, buenas “chicharras” de cómic. Con Antonio aproveché que venía de Europa y hablábamos de Crumb, de Moebius, de Manara, de Corben. Además, lo bonito es que entre “jarana” y “jarana”, se estaba publicando. Y eso fue lo bueno. No fueron solamente “jaranas”, ni “chicharras” si no que yo le pasé cuatro páginas al Antonio y plaf!!, las desparramó. Las publicó. Después conocí a Ferreras. Haber publicado con él en la “Bandido” también fue alucinante. Estar metido en algo, publicando los monos. Tuve suerte, porque el Antonio Arroyo me dijo que tenía cuatro páginas en la Trauko y que podía hacer cualquier gueá ahí, entonces ni un drama con el estilo. Los europeos en ese sentido, son más abiertos. Acá he tenido problemas con mi estilo: que mis monos son “feos”, que por qué no los hago más “simpáticos”, que son “oscuros”, pero el Antonio, que venía recién llegadito de Madrid, se cagó de la risa cuando vio los narigones. “Tienen una cara de viciosos” dijo. Entonces, fue simpático. Y con Ferreras me pasó parecido, tampoco me ponía topes. Incluso una vez hice un dibujo por las mías y Javier llegó a mi casa, le gustó y se lo llevó para portada. No me dijo nada.
…¿cómo era el ambiente por decirlo así, comiquero? ¿Había algo que se pueda denominar como una “generación”?
En Santiago, cuando andaba conociendo a los dibujantes consagrados de la historieta nacional, encontré que ya había un grupo bastante bueno de dibujantes nóveles y empecé a juntarme con ellos antes de empezar a publicar, en la cafetería del Instituto Chileno-Francés. Ahí estaban Juan Vásquez, Felva, Lautaro, Martín Cáceres, Christiano entre otros y de hecho, en una de esas “chicharras” en la que yo llegué ahí, organizamos con Enrique Moro, del actual centro cultural de Valparaíso, una exposición de cómics y fue la primera vez que se hizo una acá en el puerto. Incluso como no teníamos plata para vidrios, tuvimos que poner papel celofán, pero eran puros originales. Vino uno de ellos, el Espiridión, con una carpeta de los cabros. Fue súper visitada esa exposición. Había un grupo muy bueno de dibujantes y tenían donde publicar. Sacaban cosas, la “Beso Negro”, “El Ariete” entre otras cosas, pero ahí no más, con dificultad… y justo aparecieron las “Matucana”, “Trauko”, después la “Bandido” y ahí publicamos todos.
Hiciste dibujos en servilletas, en el Bar “La Playa” de Valparaíso… ¿de donde salió eso?
Ese… ese fue un volón de hace tiempo. Conocía todos los bares del puerto pero donde más pasaba era en el “Playa”. De repente empezaba a llegar gente con papeles para que les hiciera un dibujo y se los hacía. Algunos los dibujaba también con lo que tenía a mano, literalmente. Metía el dedo en el vaso, empezaba a manchar con vino primero y los iba dejando aparte para que se fueran secando, después con esas manchas hacía cosas para después cambiarlas. O empezaba dibujando por ahí un dragón y terminaba haciendo la cola en otra parte. De repente se me ocurrió empezar a hacer caras en las servilletas y para hacer algo entretenido, me contacté con Enrique Moro para que me montaran las servilletas y las expusimos en el bar. Estuvo la raja. Invitamos a amigos pintores, caleta de gente. Don Pedro Iglesias -el dueño del bar- estaba contento porque estuvo todo muy bonito. Estuvieron harto tiempo esas servilletas ahí. Eran 40.
La ilustración “Barparaíso” es la más reconocida de tus obras. A mi juicio logra mezclar muy bien la representatividad de Valparaíso con tu propia imaginería. ¿Cómo fue que creaste esa obra?
Ya lo he dicho antes, a ese dibujo le tenía ganas desde chico, pero sabía que no era capaz de hacerla. Le tenía ganas más o menos desde los 16 años. Por el barrio. Durante mucho tiempo no me sentía en condiciones de hacerla, hasta que un día mi hermano me hizo una regla cuática que me ha ayudado caleta. Es una regla que estira los puntos de fuga, los aleja, entonces te deja unas líneas más realistas, las fugas no son tan pronunciadas y te ayuda caleta para posar personajes. Entonces rayas todo el espacio y con esa regla empecé a dibujar personajes sueltos que ya tenía para esa ilustración y después los metí ahí. La idea de meter a toda la fauna del barrio puerto en ese dibujo, salió de una lámina del álbum Mundicrom. Tiré las fugas y empecé a meter los personajes, pero ya el dibujo lo tenía hace caleta de tiempo. Tenía las ganas de hacerlo. Lo hice con hartas ganas, mucho cariño aunque me demoré su resto en hacerlo.
¿Como llegaste a hacer las ilustraciones para el proyecto en CD-Rom de Juan Salvador Gaviota?
Eso fue como en el ’98 más o menos, a través de Ariel Pereira, profesor de la UPLA y pintor. Llegó un día acá al tiempo después que murió mi vieja y me dijo que había que hacer unas ilustraciones pa’l Juansa y dije que bueno. Era una tremenda cuestión, pero cuando empezamos a hacer el storyboard se hizo más ameno. Pero igual fue un trabajo muy acelerado. En un mes teníamos que hacer 500 dibujos, claro, ayudados por el hijo del Ariel que nos apoyaba en la parte informática, pero a mi no me gusta trabajar tan rápido pero tuvimos que hacerlo. Ariel hizo de jefe del grupo que también dibujó y pinta igual. Trabajó el José Quiroz, un tremendo ilustrador que vive en Limache, yo que me encargué de los pájaros y el Pato Quiroz hizo parte de la música. Trabajamos muy acelerados, fue una locura hacer esa pega. Lo más importante de todo eso es que nos afiatamos como grupo. Cachamos que podíamos hacer algo y apenas terminamos el Juansa postulamos a un Fondart y lo ganamos. Y ahí hicimos el CD “Por Amor al Arte”. También con Ariel llevando la batuta y funcionó bien. Eso fue bueno. Ahí conocí mejor al José Quiroz, que es a la pinta.
Ya que hablas de eso… ¿que beneficios te ha significado el uso de las herramientas computacionales?
En el Juansa nos ayudó mucho. Después, con motivo de una presentación que hice junto con Alejandro Vega y Kilber Salas para una pega en el Tercer Encuentro de Fotógrafos en el muelle Barón, también nos ayudó, pero reconozco que me cuesta todavía asimilar todo eso. Me cuesta mucho componer en una pantalla. Estoy acostumbrado a componer en papel. De repente la patita de un mono o la línea de una casa te arma todo el dibujo, entonces en pantalla, componer, es cabrón para mí. La cosa de los trazos también, que hay que cuidar mucho. Igual cacho que es una herramienta la raja. Lo interesante fue eso que contaba, que Alejandro le puso un color a la roca de un dibujo para (el pub) “La Piedra Feliz” y después yo lo retoqué encima del color digital. Eso no lo había probado y fue loco hacerlo. Creo que se puede usar en otros dibujos también pero creo que lo mejor es dibujar, escanear, armar si es que hay que poner algo, a lo mejor tirarle algún color, bajarlo y después tocar. Claro que tampoco me he sentado a aprender algo. Con decirte que no sé ni abrir mi correo. Es que veo todas esas herramientas como el aerógrafo, que te ayuda para las degradaciones del color de un cielo por ejemplo. Como decía Antonio Arroyo, se puede hablar de un “antes y después del aerógrafo”. Hay gente que trabajando en el computador me agarraría a palos, pero me gusta más el pincel, la pluma, mancharse un poco las manos. Aunque reconozco que últimamente he estado trabajando harto con el Jano Vega por que igual se usa la computación.
Después de todo esto que hemos conversado hasta el presente ¿cuáles han sido tus últimas pegas?
La última y la mejor que he hecho ha sido con Carlos Bennett y los médicos. Ahí aproveché para probar varias técnicas; no era como el “Trauko”: mis dibujos tenían que ser más suavecitos. Obviamente tenia que estar dentro de una línea editorial, no podía hacer monos muy cuáticos, algo que a mí me encanta, pero igual estaba bien. Carlos valoró muy bien mi trabajo. Además que me pagaba bien, cosa que me daba seguridad. Esa pega duró durante 3 años hasta mayo del año antepasado, primero en la revista del Gremio de Ginecólogos que el mismo Carlos había creado, después en el “Panorama” y un tiempo publicando en los dos. Ahí estaba mejor todavía porque como ambas revistas eran bimensuales, mis pegas iban intercaladas.
Años atrás sacaste una revista llamada “Cuac!”, pero desapareció y ahora nuevamente está circulando. ¿Qué fue lo que pasó con esa publicación?
Eso fue con el Javier Ferreras. La idea era hacer 500 “Cuac!”. Armó 250 pero al tiempo me dijo “Pato, esta revista no se está vendiendo”. Yo me las traje para Valparaíso y las vendí, pero él no quedó muy conforme porque encontraba que no era una revista muy comercial y quedaron ahí. De repente, cuando estuve con él me dijo que había una cantidad que estaba en imprenta, algunas estaban armadas así que le pregunté si me las podía pasar y ningún problema, me las pasó para que las vendiera acá en Valparaíso.
¿Qué le dirías a la gente que intenta publicar cómics hoy en día?
Esta pregunta si que es difícil. ¿Qué les puedo decir? ...que a pesar de lo difícil que es, igual le hagan empeño de hacer sus cosas, porque siempre salen. Las cosas hechas con ganas, con cariño, con amor, salen adelante. Además, al entrar al taller, tienen que hacerlo como un cabro chico, dejando la vanidad, todas esas gueás afuera… eso, ponerle “cototo” como decía mi mamá y a pesar que no se ve tan bien la cosa, igual si tienen ganas de hacer algo, que lo hagan no más. Y también juntar material porque de repente hay gente interesada por publicar cosas. Pero para eso hay que tener un material, unas 30 páginas por lo menos. Porque a lo mejor hay imprentas o editores que si encuentran que hay material interesante se la van a jugar, pero primero te van a pedir algo concreto. Otra cosa simpática es pensar que no solamente está Chile sobre todo ahora que el país naufraga como dice el poeta Nicanor. Afortunadamente ahora se está mandando mucho para afuera. Los europeos de repente están “sapeando” lo que estamos haciendo, más aún con el tema del Patrimonio de la Humanidad. El otro día me llamó una mujer de una editorial de afuera que andaba buscando ilustradores para cuentos de niños. De repente salta por ahí la liebre. Lamentablemente acá hay caleta de empresarios pero no están ni ahí con lo que es el arte, o el cómic. Pero afuera sí. Y ahora se pueden mandar trabajos o editores de acá que tienen contactos con gente de afuera para publicar nuestros trabajos. O uno mismo, a través de internet. Igual creo que es una buena carta a jugar.
¿Tienes pensado sacar algún proyecto en el corto plazo?
Sobre eso… prefiero quedarme piola hasta que pueda concretar lo que tengo en mente. Lo que sí puedo decir es que me estoy moviendo y haciendo un par de cosas por ahí. Cuando esté listo les aviso.